[typography font=»Lobster» size=»24″ size_format=»px» color=»#bd370f»]Koldo Martínez, portavoz de Geroa Bai en el Parlamento de Navarra[/typography]

[typography font=»Lato» size=»20″ size_format=»px» color=»#bd370f»]miembro de Zabaltzen, Asociación política integrada en Geroa Bai[/typography]

 

No son pocos los analistas que, en los últimos años, expresan su inquietud por el final del bipartidismo en el Estado. Son aquellos que consideran que unos parlamentos fragmentados son, necesariamente, sinónimo de inestabilidad, parálisis legislativa y, en definitiva, caos. Aquí también lo dijeron, anticipando desde algunas fuerzas el “Apocalipsis Foral” cuando, en 2015, cuatro formaciones de las 7 en que quedó “dividido” el Parlamento de Navarra conseguimos sacar adelante un Acuerdo Programático. Así se formó un gobierno plural para un cambio “tranquilo, posible e integrador”, como lo ha definido su presidenta.

 

El tiempo nos ha dado la razón a quienes hicimos aquella apuesta. No solo se puede: se debe apostar por la vía del diálogo, del encuentro y de la conciliación de posiciones, por contrapuestas que parezcan, para poder responder así a una sociedad de posiciones plurales y muchas veces contrapuestas que, sin embargo, deben, quieren y pueden convivir y encontrarse.

 

Porque la Europa postcrisis y la gran caída de las clases medias van dejando una sociedad fragmentada, que ha ido introduciendo nuevas maneras de mirar a la realidad. Las consecuencias socioelectorales son esa ruptura con el bipartidismo y realidades institucionales mucho más plurales. Es en ese escenario donde son necesarios más esfuerzos para buscar “lugares de encuentro entre diferentes y convivir con los desacuerdos”. Es la respuesta que debemos dar los representantes públicos, con la mayor de las responsabilidades, a esas nuevas demandas sociales.

 

En el Congreso de los Diputados, una moción de censura unida únicamente por el desacuerdo con el gobierno anterior – pero sin pactar los posibles desacuerdos posteriores – hizo llegar a la Moncloa un gobierno llamado, por sus detractores, “Frankenstein”. En Navarra, es cierto que en 2015 una buena parte de la sociedad estaba unida, sobre todo, por un desacuerdo con los modos y maneras anteriores; pero se hizo un ejercicio ambicioso de ingeniería política que articuló una mayoría parlamentaria progresista y permitió un gobierno coherente y sólido.

 

Ese ejercicio de ingeniería política, cuyo valor y éxito toca reivindicar, fue el Acuerdo Programático. Un Acuerdo que venía acompañado del convencimiento de querer, saber y poder resolver también los desacuerdos que, de manera natural, iban a surgir.

 

El Gobierno del Cambio logró ilusionar a generaciones que no veían salida a decenios de exclusión bajo la “razón de Estado”. La Navarra “comodiosmanda” que heredó este gobierno en 2015 venía con un endeudamiento sideral, un déficit insuperable y una tesorería prácticamente a cero; algo que no estaba en el imaginario de la mayoría social navarra. Difícil papeleta para cualquier gobierno que apostara a la vez por mayor inversión social y desarrollo económico. 

 

Y, sin embargo, Navarra puede presumir hoy de una evidente reversión de lo heredado: mejora de condiciones del endeudamiento, tesorería creciente y superávit en las cuentas por primera vez en muchos años. Y todo ello con una brillante negociación del auténtico motor de nuestro Fuero, el Convenio Económico con el Estado, que ponía en su sitio a los apóstoles del Apocalipsis  y a sus negociaciones anteriores. 

 

 

Por ello, no tengo ninguna duda de que las 4  fuerzas que firmamos el Acuerdo Programático superaremos los problemas surgidos a cuenta de la ocupación de Rozalejo. Por muchos desacuerdos que haya habido, tenemos en el Acuerdo Programático un eje para ese debate leal. Ahí recogimos una apuesta por fomentar la cogestión y la autogestión de asociaciones, grupos y colectivos; y por hacerlo sin privilegios ideológicos, y de manera abierta, transparente y pautada.Y así se ha venido haciendo.

 

Así pues, por mucho que las élites político-mediáticas lo intenten, no hay en Rozalejo un posible “botín político” para erosionar a este Gobierno del Cambio. No podemos extrañarnos de que el Corralito Foral aproveche cualquier ocasión para recuperar aquello que cree que le pertenece. Pero los navarros y navarras que depositaron su confianza en la actual mayoría parlamentaria no se merecen maneras erróneas de resolver diferencias y erosionar algo que tantísimos esfuerzos está costando afianzar.

 

Al Cuatripartito nos toca hacer pedagogía social sobre la convivencia de “acuerdos y desacuerdos entre diferentes que son capaces de pactar y gobernar”. Ganar y afianzar la mayoría social es ocupar la centralidad sociológica la la hora de enfocar la política, la gestión de gobierno y el debate público. Por eso quienes nos ilusionamos con el Gobierno del Cambio debemos reocupar la cordura para pasar la página de Rozalejo de manera satisfactoria. Un deseo transversal a quienes confiaron en 2015… y posiblemente a una parte importante de navarros y navarras que entonces todavía no habían llegado a confiar.

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