Mikel Aranburu Zudaire, miembro de Zabaltzen

Quisiera compartir en estos momentos la gran pena, que creo sentimos muchos/as, por la muerte, antes de tiempo, de un gran profesional y compañero de la enseñanza. Sean mis palabras el sencillo homenaje y un emocionado agradecimiento a Pedro Otaduy por todo lo que me enseñó con su ejemplo durante el tiempo que trabajé con él en el equipo directivo del IES Iturrama.

De Pedro aprendí y compartí la necesidad de una enseñanza pública de calidad dentro de una sociedad democrática y pluralista. Todas las ideas, creencias y modos de ser merecen respeto y por eso él creía que un buen reglamento escolar de derechos y deberes debía garantizarlo y ser de obligado cumplimiento para todos y todas sin excepción. Así, según él, en la enseñanza entendida como un servicio público y universal, sobraban los uniformes en el vestir o en el pensar y era inaceptable que una minoría extremista pretendiera imponer su punto de vista al resto o actuara fuera de los mínimos democráticos. Sabemos que su valiente compromiso lo costó bien caro. Él no sabía trabajar pasando o mirando a otro lado y sin implicarse. Sólo un desobediente a la ley como él podía decirnos qué significaba obedecer a la conciencia y a unas normas mínimas de convivencia. Asimismo él creía imprescindible el ambiente de trabajo y la calidad del mismo, empezando por el cuidado de las relaciones personales entre todos los estamentos de la comunidad educativa.

En esta misma línea, siempre mostró una gran sensibilidad y exquisitez en el trato humano. Sabía escuchar y era muy paciente con los defectos y errores ajenos (¡él tan perfeccionista para sus cosas!). Quizá no fue bien entendido, pero la gestión de la calidad no era para él un mero papeleo sino sobre todo tratar de hacer bien un trabajo especialmente delicado como la enseñanza, que exige una revisión permanente de procesos. Y entre estos le daba particular importancia, entre otros, a la acogida de los compañeros/as nuevos, a la atención a los padres/madres o a la labor tutorial del profesorado. Aunque reconozco que hubo momentos complicados (¡dónde no los hay cuando tratamos de y con personas!) – que él sufría casi siempre como algo personal -, en mi opinión, se logró un funcionamiento aceptable del centro.

Me vienen ahora a la cabeza aquellas intensas reuniones semanales del equipo, en las que casi nunca daba tiempo de abordar tantos temas y donde analizábamos la situación del instituto, las demandas, necesidades y conflictos de todo el mundo, también donde celebrábamos los reconocimientos a la excelencia en la gestión. Recuerdo como una gran escuela de aprendizaje, humano y profesional, el empeño en la tarea, los esfuerzos y la buena voluntad de Pedro como director. Se podrán criticar decisiones o medidas o estar más o menos de acuerdo con un sistema de calidad, pero nadie puede poner en duda lo que se trabajó – y creo se sigue haciendo – por convertir a Iturrama en el instituto público en euskera de referencia para Iruñea e incluso para Navarra entera. Era admirable la capacidad de trabajo de Pedro, su dedicación sin horas a una vocación hecha pasión y su idealismo optimista. Sencillamente, creía en el potencial transformador de la educación de la juventud.

Tengo presente con admiración la manera siempre educativa de Pedro para tratar de reconducir las diferentes acciones contra la convivencia del alumnado, muy ajustada al reglamento, es decir, no sólo a corregir la falta cometida sino a salvaguardar el derecho de quien se saltaba alguna norma. Él mismo escribió en el prólogo de su proyecto de dirección: “si alguien encuentra razones para desobedecer una norma me parece que puede hacerlo si a la vez explica sus razones y si está dispuesto a aceptar las consecuencias de sus actos” (insumiso dixit!).

Y termino con lo que, en dicho proyecto, Pedro confiesa: “La enseñanza es un trabajo muy hermoso (…) pero cansado. La mayoría de las veces los frutos de nuestro esfuerzo se ven a largo plazo (…) Y aún así debemos continuar (…) ezina ekinez egina (…) Cada cual en y desde su ámbito, pero todos y todas juntos”. Esta es la principal lección que saqué de mi paso por Iturrama y de la mano de Pedro, y lo que hoy trato de vivir allá donde estoy. Eskerrik asko, Pedro! Goian bego, lankide maitea!

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