Por Juan Antonio Martínez Echeverría
[box type=»alert» size=»large»]Recomendamos la lectura de este artículo. Una buena fotografía de lo que los «políticos progresistas españoles» llaman el sudoku foral, de tal manera que Navarra es el único lugar en el que la izquierda española ha colaborado, permitido, sostenido y aprovechado un Régimen dirigido por la derecha posfranquista. El sudoku foral ahora hace aguas, y no permite solar y sorber al mismo tiempo. ¿Fuero y huevo o uniformidad?[/box]
El éxito de UPN en Navarra es innegable. Durante 22 de los últimos 25 años ha sido el partido de gobierno y es el partido más implantado y votado en la Comunidad Foral.
Probablemente, tantos años en el poder le han convertido en un partido arrogante y ha llegado a creer que era el partido de Navarra, ya que no había forma de organizar un gobierno alternativo.
La defensa de su Navarra le ha llevado a rechazar todo lo que de lejos oliera a vasco, negándose a formalizar cualquier tipo de pacto o acuerdo con aproximadamente un tercio de la representación parlamentaria.
Como consecuencia de los pactos realizados, el CDN ha desaparecido y el PSN puede dejar de ser una alternativa para (veremos qué pasa en las próximas elecciones) quizá convertirse en un partido con mínima representación parlamentaria. Como Saturno, devora a los que le han apoyado. Por todo ello, es probable que no pueda obtener una mayoría que le permita gobernar, aunque logre ser el partido más votado.
Pero, ¿qué queda de nuestro régimen foral? Perdida la primera guerra carlista, se pacta la Ley de 1841 por la que desaparece definitivamente el Reino de Navarra y se mantienen, básicamente, las competencias en materia municipal, de funcionarios e impositiva. El actual sistema democrático hace que los sistemas municipales no puedan tener muchas diferencias, y entre leyes de bases y la incapacidad para legislar las cuestiones más importantes (mapa municipal, estabilidad y endeudamiento local, etcétera), está provocando que cada vez sean menores las competencias que ejercemos en este ámbito. En cuanto a los funcionarios, en los años 90 abandonamos el sistema foral de protección (los montepíos) y perdimos prácticamente la mitad de las competencias que ostentábamos. La aplicación de normativa básica está eliminando parte del resto de las competencias. Sobre los impuestos y el convenio, la actual conflictividad y los problemas con el IVA hacen que no sea necesario explayarse más en un artículo como éste, ya que solo este tema daría materia para varios.
De cualquier forma, es curioso constatar que cuando la economía española necesita exportar, Navarra pueda resultar perjudicada por hacerlo.
La Can constituye el gran desfalco a la sociedad navarra, derivado de una grandilocuente (y quizá otra cosa) y nefasta gestión, cuyos responsables, por todos conocidos, ni tan siquiera han pedido perdón a la sociedad y que, inexplicablemente, ésta no ha sido capaz de saber exigir su esclarecimiento. Seguramente tenemos una sociedad dormida. Para más morbo, sobre la Can planea el asunto Cervera.
Navarra, por su pluralidad, necesita Política y Políticos con mayúscula, necesita pacto y acuerdos, necesita que toda la ciudadanía se sienta representada y tenida en cuenta, y necesita un proyecto ilusionante: nuestro futuro está en juego.
Tenemos que decidir qué Navarra queremos: ¿la de de UPyD (y también del PP) que nos diluye en España como una provincia más, o una Navarra en la que mantengamos nuestras peculiaridades históricas? Si es esta última, el fracaso y la incapacidad de UPN para pactar nos va a obligar a acercarnos a Euskadi para defender juntos lo que nos diferencia de las comunidades autónomas.