Ayer fallecía Javier Barcos Otano después de una larga enfermedad. Dicen que las primeras impresiones son indelebles, y en mi primera asistencia formal a una asamblea nacionalista me tocó vivir unas elecciones internas. En aquel momento no sabía muy bien qué defendían, pero simpaticé inmediatamente con uno de los portavoces  del grupo perdedor. Era Javier, y aquella curiosidad juvenil me impulsaba a buscarle, a preguntarle, a escucharle. Cosa que hice inmediatamente, y que tan grato recuerdo me trae.

Con los años nacía una bonita amistad con un hombre un poco más joven que mi padre, y con el que era una gozada conversar (siempre largo, por supuesto), y en alguna etapa de mi vida compartir trabajo en equipo. Gran lector de periódicos y con habilidad para leer entre líneas (¡Ay, aquellos recortes que llevaba en los bolsillos y que demostraban sus argumentos!); hombre de principios por encima de siglas y consignas, a la vez que militante para trabajar en organización; y, por encima de todo, un gran patriota apasionado por la cultura de su pueblo y una visión profundamente ética bajo la que no cabía ninguna idea que vulnerase la vida y la libertad de las personas.

¿Qué le hacía diferente? Sin ninguna duda, tres cualidades: pasión, credibilidad e independencia. Javier ponía todo lo que tenía para expresar una idea: argumentos y pasión; y eso le hacía indudablemente creíble. Expresivo en todo, directo, claro y sin dobles lenguajes, leal y crítico (la mejor forma de ser leal); y eso le hacía independiente.

Su enfermedad ha hecho que no le viera en los últimos años, pero si indeleble fue la primera impresión, indeleble es la última ocasión que tuve de compartir con él: Era probablemente la Asamblea más concurrida de los últimos 20 años. Javier, con toda su expresividad y pasión, explicaba lo que entonces era y representaba el proyecto de Nafarroa Bai ante posiciones más pegadas a siglas; y lo hizo de forma inusual, con pocas palabras, y con la forma más elocuente que uno se pueda imaginar señalando a todas y cada una de las personas de aquella gran asamblea: ¡Esto es Nafarroa Bai! El mensaje se entendió a la primera; allí acabó la asamblea, y por aclamación.

De asamblea a asamblea, de larga conversación de política a larga conversación de política, anécdotas también divertidas porque Javier tenía chispa. ¡A gusto!.  Eso me quedo de un hombre bueno del que no tengo más que buenos recuerdos. Agur Javier.

 

 

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