Mikel Aramburu Zudaire. Miembro de Zabaltzen, asociación integrada en Geroa Bai

por la unidad sindical y social y movilizaciones en defensa del Estado de Bienestar. Zabaltzen Geroa Bai
Mikel Aranburu Zudaire

El “Día de solidaridad y acción” propuesto por la Confederación Europea de Sindicatos trae la convocatoria de una nueva huelga general en Navarra. Ello me mueve a plantear algunas reflexiones como ciudadano, militante político y de un sindicato que no la convoca:

Por encima de razones ideológicas y estratégicas, muchas muy justificadas, como la exclusión del sindicalismo abertzale en la Navarra “oficial” desde hace años, y reconociendo que no todos los modelos sindicales actuales han actuado ni están actuando igual antes y durante la crisis, la mayoría de la gente de la calle no podemos entender lo que sucede con las últimas convocatorias de huelga general y más teniendo en cuenta el amplio seguimiento de la del pasado marzo.

Nadie puede negar que la reciente reforma laboral del PP y UPN, la más dura y agresiva de las últimas décadas contra la clase trabajadora, sólo está produciendo más paro y devaluando lo público en servicios sociales, educación y sanidad. Se quiere desmantelar el Estado del Bienestar, uno de los logros históricos del pasado siglo en Europa y al que decisivamente contribuyó el movimiento obrero.

También coincidiremos en que los retos actuales que atraviesa la economía requieren medidas políticas concertadas de ámbito internacional que subordinen las finanzas a la producción. Hay otros caminos más humanizadores que pueden generar riqueza, crear empleo decente y disminuir la pobreza. Para ello la actuación del sindicalismo de clase, hoy más necesario que nunca, sólo se puede entender en su más pura y originaria dimensión internacionalista.

Es preciso una reforma radical del sistema global, pues la crisis es sistémica y no sólo económica, también ético-política, cultural. Hay que avanzar en justicia social y redistribuir la riqueza existente; que se controle la economía especulativa y se frene el desmedido afán de lucro, en lugar de eliminar derechos. Incluso, en la Administración navarra, se quiere cercenar uno fundamental como es la libertad de expresión prohibiendo toda manifestación pública de protesta por los recortes, pero hasta el silencio rebelde se transforma siempre en el grito más fuerte cuando hablamos de injusticia y sólo muestra la debilidad de quien la comete.

Por otro lado, algunos podemos asumir y cualquier demócrata debería respetar las legítimas reivindicaciones soberanistas e identitarias, políticas y sindicales, que exigen un marco propio de relaciones laborales. A este respecto, la pérdida de soberanía que sufrimos en Navarra en los últimos tiempos también está dañando seriamente el nivel de bienestar de la ciudadanía, sobre todo de quienes sufren hasta el desahucio de la dignidad, no sólo de su casa.

También es evidente, desde que empezó la crisis, el fracaso tanto de la concertación social como de la división de acción. De esta forma estamos consiguiendo la desmovilización y el individualismo, otro de los objetivos de los recortes e imposiciones, y que los sindicatos sigan perdiendo fuelle. El funcionamiento interno de estos como el de la mayoría de los partidos y de las instituciones donde nos representan, las corruptelas, peleas intestinas y personalistas, sus intereses alejados de la realidad de la gente corriente, hace que corran el peligro de convertirse en partidos, instituciones o sindicatos “zombis” (U.Beck).

Es necesaria, pues, otra forma de hacer política y de hacer sindicalismo, una remodelación profunda del sistema democrático con imaginación, nuevas ideas, otros líderes. Pero ahora mismo lo que urge en primer lugar es sentir y actuar con quienes peor lo están pasando, esa legión de hombres y mujeres en paro que aumenta cada día.

Finalmente, y ante estas circunstancias, pediría especialmente a todos los sindicatos de Navarra sin excepción, al conjunto de los trabajadores/as, movimientos sociales y a la sociedad en general, para que, si no ha sido posible esta vez, a partir de ya volvamos a caminar juntos en la lucha, las movilizaciones o las huelgas, para lograr una respuesta rotunda ante lo que ocurre.

Asimismo, debemos comprender tantas situaciones personales en las que la huelga no es un instrumento válido (amenazados, parados, jubilados, autónomos…) y buscar la movilización popular mediante acciones civilizadas e imaginativas cuyo coste no sea para el o la empleada, sino para los causantes de este dramático desaguisado. Y que cada cual lo haga desde la nación que sienta, pero pensando que la lucha sólo puede ser global y unitaria o no será.

No deberíamos olvidar nunca quiénes son los responsables, cuáles son las causas de la situación y contra qué luchar. El momento histórico es de tal gravedad que resulta del todo inadmisible cualquier acción que no pase por esa unidad y más tratándose de la medida de presión extraordinaria por excelencia del sindicalismo. Sólo así habrá futuro, soluciones y empezaríamos un nuevo tiempo en las relaciones intersindicales y laborales para afrontar los retos y conflictos de los próximos años, que no van a ser pocos ni mucho menos fáciles.

 

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