Por Juan Pedro Urabayen, miembro de ZABALTZEN (Asociación integrada en GEROA BAI)

 

Juan Pedro Urabayen

Diario de Noticias publicaba días atrás un artículo de Miguel Izu titulado “Educación segregadora”, señalando que tenemos un sistema educativo segregado en función de la religión, la lengua, la raza, el sexo, el modelo pedagógico y el lingüístico. Yo voy a incidir en el último de estos rasgos, tratando de denunciar una situación y también de proponer medidas más integradoras que favorezcan la convivencia, cohesionen nuestra sociedad y mejoren la calidad de la educación sin renunciar a los retos en cuanto a aprendizaje de idiomas.

 las lenguas son soporte fundamental de la vida social, elemento de identificación colectiva y factor de convivencia y entendimiento entre los miembros de las sociedades. Al mismo tiempo, las lenguas son símbolo y testimonio de la historia propia, en la medida que recogen, conservan y transmiten a lo largo de las generaciones la experiencia colectiva de los pueblos que las emplean.

Ley del Vacuence

Y es que los ciudadanos de este pueblo que ha empleado desde la prehistoria el euskera, a la altura del siglo XXI llevamos demasiados años manipulados por quienes buscan la separación y el enfrentamiento entre hablantes de las dos lenguas que la ley califica acertadamente de propias de Navarra.

El sistema educativo puede ser un factor no único pero sí decisivo para integrar, si somos capaces primero de desentrañar la maraña en que va estando progresivamente sumido, con la introducción en liza del inglés, y a continuación de tejer un modelo integrador que ponga cada cosa en su sitio.

Sé que no es fácil la tarea de abrir los ojos de una opinión pública tan maleada por una élite y un poder político que han sido hábiles en utilizar el anhelo frustrado de aprendizaje del inglés, distorsionando así un sistema educativo que llevaba una evolución que no le convenía a sus intereses partidistas, pues crecían año a año los modelos A y D (con y en euskera respectivamente) que se derivaron de la Ley del 86, que además no suponían merma para el aprendizaje del castellano ni del inglés.

Desde el partido gobernante, que en su día votó en contra de aquella ley, se ha ido incluso contra su letra y espíritu más conservador, y se ha utilizado el inglés como un arma potente. Las condiciones para el éxito de esta estrategia estaban dadas por la realidad hasta psicológica del ciudadano medio de nuestro país, al que le cuesta expresarse oralmente en inglés, vive acomplejado por ello y habituado a la mofa del entorno si osa chapurrearlo, aunque sea con un acento spanish para no aumentar dicha risión. Todo ello vivido inconscientemente, y sin noción de otras causas del problema, como el secular aislamiento del estado español, la perspectiva gramaticalista del aprendizaje de idiomas en el franquismo y la Transición, la escasa preparación de aquel profesorado, el doblaje sistemático de todas los films extranjeros, etc. Pareciera que nos faltase un gen, pero no es así, y basta ver los millones de españoles que hablan idiomas autonómicos, muchos como es mi caso, aprendidos de adulto.

En este caldo de cultivo tan peculiar respecto a Europa, nuestros mandatarios han sabido ganar puntos en su proyecto partidista, prometiendo a esta generación con tantos padres frustrados respecto a los idiomas, que sus hijos tendrán un futuro exitoso si se apuntan al British o al TIL, modelos cuyo balance riguroso no se ha hecho.

Si soslayamos la propaganda y hurgamos un poco veremos el maremagnum en que navegan alumnos, padres y madres, profesores, centros educativos y el sistema entero. Sistema que ha tergiversado los conceptos, llamando TIL , de suyo tratamiento integrado de las lenguas, a dar alguna asignatura en inglés sin suficiente coordinación; denominando inmersión, es decir, sumergir al alumno en una piscina de cerca de un 100 % de horas lectivas en la lengua a dominar, a lo que en realidad supone nada más que mojarse en una badina de entre 20 y a lo más 50 % de horas; vender como plurilingüismo lo que no es más que aumentar las lenguas con las que está en contacto el alumno, pero sin uso social en su vida cotidiana.

Todo esto supone que algunas asignaturas complejas de asimilar incluso en lengua materna, son impartidas en inglés, aprendiendo los niños las partes del ojo humano o los accidentes geográficos en dicha lengua, lo cual no es útil para el uso que a futuro va a darle ese niño al inglés como lengua franca que es, para las relaciones, viajes o negocios. Esto en un contexto de clase donde simultáneamente hay que atender a la diversidad y resolver los problemas de disciplina, inevitablemente conlleva una pérdida del nivel que antes se lograba en las lenguas ambientales, que tampoco era suficiente en el ranking de los estudios PISA. Se aumenta un 50 % las horas en inglés pero sólo se consigue llegar a un nivel un 20 % más alto que antes.

Así los niños ven que la Escuela les socializa no en las dos lenguas propias y ambientales, sino en una lengua franca, ante lo que los lingüistas declaran que resulta incontestable que el momento mejor para aprender lenguas extranjeras es la adolescencia, cuando enganchan con una fuerte motivación. Niños que por mor de estos experimentos, se ven pronto necesitados de apoyos, cuando nunca los hubieran debido precisar, resultando finalmente monolingües y rebotados contra los idiomas.

Muchos padres y madres no son conscientes del problema y si tienen dudas no son escuchados, porque peligra que quede en evidencia la desnudez del rey como en el célebre cuento.

Unos profesores se sienten hastiados y otros desbordados, porque son contratados para impartir Conocimiento del medio en inglés sin ser nativos, sin tener dominio del mismo, ni titulación (un 5% aproximadamente posee el C1), o siendo esta insuficiente o inadecuada respecto a la materia impartida.

Los colegios se ven empujados a ofertar enseñanza infantil en inglés por intereses de mercado. Centros de modelo D amagan con el inglés vehicular por motivos semejantes, cuando en mi opinión no sería necesario, pues sin esa medida, sus alumnos ya alcanzan de hecho el nivel B1 de inglés al acabar la ESO, además del B2 en euskera, como he comprobado con mi propia hija, que nunca ha tenido más de 3 horas de inglés semanales, y el último curso una extraescolar.

Para el no entendido decir que el nivel B1 supone básicamente comprender las ideas principales de conversaciones y lecturas sobre asuntos cotidianos o de interés personal, desenvolverse en conversaciones sobre esos mismos temas de la vida diaria, hablar de forma sencilla sobre experiencias, opiniones, libros o películas, y escribir cartas personales. Y el nivel B2 supone comprender discursos complejos, noticias de TV, programas y películas en lengua estándar así como prosa contemporánea, participar en conversaciones con cierta fluidez y en debates de situaciones cotidianas, describir con detalle temas de la propia especialidad, explicar el propio punto de vista y escribir textos claros sobre temas del propio interés.

El modelo educativo alemán, segregador en algunos aspectos, y que conozco por tener familia allí, logra que sus alumnos se expresen en inglés con más eficacia que aquí, sin usarlo de modo vehicular en ninguna asignatura, y no sólo porque ambas sean lenguas germánicas. Aquí también podemos lograrlo sin poner en riesgo la capacitación de las generaciones futuras.

Si queremos, podemos darle la vuelta a esta situación. Denon artean, egoera aldatu ahal dugu!, yes, we can!. Podemos no despreciar el trabajo de décadas y llegar a acuerdos sociales y políticos amplios. Podemos dejar atrás los recortes e irnos acercándonos a la media europea del 6 % del PIB dedicado a inversión en educación. Podemos poner las cosas en su sitio si ilusionamos a esa mayoría social que en este crítico momento tenemos al alcance de la mano el cambio en Navarra, si somos capaces de empoderarnos y dar fin al ciclo que ha perpetuado en el poder a los regionalistas desde 1996 y que cuando se muestra ya más que agotado, se suma a la enésima reforma educativa propuesta por el PP con tintes más que retrógrados.

Podemos establecer medidas que cambien la mentalidad de nuestros hijos respecto a las lenguas desde lo que los sociólogos denominan las élites, desde la TV, el cine, la sociedad en red. También desde un sistema educativo que generalice en el momento adecuado los desdobles, incremente la expresión oral y aumente la atención a la diversidad y promueva los intercambios que sí suponen inmersión. Podemos fomentar la extensión a todos los escolares navarros de al menos el modelo A, que convenientemente reforzado, les ponga en el camino del aprendizaje del euskera y de la asunción de la cultura vasca como propia también. Modelo que, aun dejado de la mano de autoridades y hasta de euskaltzales, sin ocupar el espacio de ninguna otra asignatura y con una perspectiva comunicativa, ya produce alumnos que al acabar la ESO obtienen el nivel B1.

Podemos aspirar a una sociedad en la que a los euskaldunes no les pese el pasado de escasa consideración social, monolingüismo oficial y opresión lingüística, de un régimen que paradójicamente implantó la inmersión en castellano en un estado con habitantes gallego, catalán o vascoparlantes. Donde se superen los prejuicios, tópicos, ignorancia de tantos que no tienen ni noticia ni curiosidad por lo vasco. Donde se desideologice el euskera, sin que nadie se lo apropie ni lo rechace. Donde recuperemos la autoestima, reforcemos nuestra competencia lingüística, se haga pedagogía social y aumente la densidad de hablantes. Donde los erdaldunes ayuden, conociendo ese euskera que quizá sus abuelos tuvieron, favoreciendo que sea audible y visible. Donde respetemos y aprovechemos el plurilingüismo de tantos nuevos ciudadanos provenientes de la inmigración, y facultemos a todos para la comunicación en las lenguas francas del siglo XXI, sin segregación, con integración.

Juan Pedro Urabayen Mihura. Profesor de Secundaria

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