Melba Luz Calle. Zabalkide de Tudela y candidata por GEROABAI

Melba Luz Calle

Nuestra compañera Melba, tudelana y colombiana, nos da la mejor pista de lo que significa el nacionalismo democrático, el integrador, el nacionalismo incluyente que impulsó Nafarroa Bai, que cimenta Zabaltzen y que nos abre el futuro de la Navarra-Nafarroa de tod@s. BAI GEROAri. Unibertzale, mestizage, tranvershabilidad…¿Os acordáis de nuestro ADN?

Para que la política resulte atractiva en este contexto se requieren espacios políticos y sociales suficientemente abiertos para que encuentren sitio las 71.380 personas de origen extranjero afincadas en Navarra. Hay que empezar por demandar los derechos políticos para los extranjeros residentes, sin ningún otro requisito. Si ya han tomado la decisión de vivir aquí, es más que suficiente.

Se trata de poner en práctica el nacionalismo democrático, aquél que se encargó de divulgar el filósofo alemán Jürgen Habermas (su célebre patriotismo constitucional), y que surge no por razones históricas o étnicas, sino por el hecho de compartir con una comunidad dada una serie de valores democráticos como, fundamentalmente, el pluralismo político, social y cultural. Este el nacionalismo que surge de la razón, de la voluntad y es el espacio ideológico donde podemos tener sitio los navarros venidos de otros países. Y, así es el futuro que ya tenemos, el de una comunidad integrada por gentes de muy diferentes orígenes, lenguas y culturas.

¿SE puede ser -coherentemente- nacionalista vasco-navarro teniendo origen extranjero? Una vez alguien preguntó muy seria y seudo-intelectualmente «¿de qué raza eres?». Y la respuesta fue «soy de la raza humana». Con esta anécdota se podría sintetizar la cuestión, pero el asunto tiene enjundia.

Nieves Arigita (DIARIO DE NOTICIAS-La Ribera semanal, 29/09/2011) relató: «Ahora hay tiendas de chinos sin nombre. … el domingo pasado, dos críos y una cría vestidos como si vinieran de un desfile de Dolce & Gabana, entraron con un billete de 20 euros y se pusieron a vacilarle a la dependienta delante de mis atónitas narices: «Tú, china, ¿cuanto vale esto?¿no me oyes china? …les dije a los niños que se frenaran un poco. La niña, …que no había cumplido los diez, se giró y me soltó con una heladora firmeza: ¿A ti que te importa, tía? …me lamenté por no haber sabido explicarles. ..que todo lo ocurrido me importa.»

Estos indignantes episodios cotidianos, que deberían inquietar a todo el mundo, sirven para ilustrar lo difícil que puede resultar la idea de «navarros de origen extranjero». Las personas nacidas en otros países, de padres que no tienen ningún vínculo de sangre con Navarra, ni hablan euskera, ni tampoco han aprendido el folklore navarro, ni… ni…. pero que viven y tienen sus casas aquí, trabajan, pagan impuestos y gastan su dinero en Navarra e incluso tienen grandes amistades en esta comunidad, son legítimamente miembros de esta sociedad y así deberían ser considerados por todos. Pero ya se ve que la cosa no es tan fácil.

El primer paso sería que cada una de estas personas tuviera la capacidad de decidir libre y voluntariamente sobre esta comunidad, su presente y su futuro. O, lo que es lo mismo, que pudieran participar activamente en las decisiones políticas. Pero esto no es posible hoy: estas personas, aunque vivan aquí, no tienen derechos políticos, para tenerlos deben adoptar obligatoriamente la nacionalidad española, según lo ordena la Constitución. Sólo se admite constitucionalmente que se les pueda otorgar, por una ley específica, el derecho a elegir y ser elegido en las elecciones municipales.

Pero, ni siquiera éste último es el caso de Navarra. Donde las personas de origen extranjero no tienen ningún derecho político. En estas condiciones, ¿qué interés puede tener alguien de origen extranjero en las próximas elecciones en las que se van a elegir los parlamentarios que representarán a Navarra en las Cortes? o ¿qué podría importarles si Navarra se consolida como sujeto político autónomo o si su suerte depende de lo que ocurra electoralmente en las comunidades vecinas o de lo que decidan los grandes partidos en Madrid? La atención a todo esto puede ser nula, dadas las circunstancias.

Para que la política resulte atractiva en este contexto se requieren espacios políticos y sociales suficientemente abiertos para que encuentren sitio las 71.380 personas de origen extranjero afincadas en Navarra. Hay que empezar por demandar los derechos políticos para los extranjeros residentes, sin ningún otro requisito. Si ya han tomado la decisión de vivir aquí, es más que suficiente.

Se trata de poner en práctica el nacionalismo democrático, aquél que se encargó de divulgar el filósofo alemán Jürgen Habermas (su célebre patriotismo constitucional), y que surge no por razones históricas o étnicas, sino por el hecho de compartir con una comunidad dada una serie de valores democráticos como, fundamentalmente, el pluralismo político, social y cultural. Este el nacionalismo que surge de la razón, de la voluntad y es el espacio ideológico donde podemos tener sitio los navarros venidos de otros países. Y, así es el futuro que ya tenemos, el de una comunidad integrada por gentes de muy diferentes orígenes, lenguas y culturas.

El nacionalismo vasco-navarro puede continuar abriendo puertas y construyendo amplios canales de comunicación política con los vecinos llegados de otras partes. Y cultivar la ciudadanía universal mediante relaciones internacionales con los países de origen de estos «tozudos» navarros. Todo ello puede hacer crecer y extender esta tendencia política, dentro de un clima de paz y concordia social.

En definitiva, la igualdad de oportunidades y de derechos, principalmente, políticos, es el camino más seguro para adquirir la dignidad ciudadana. Este reclamo nos concierne, por lo demás, en primer lugar, a los propios navarros que hemos venido de fuera, quienes tenemos que asumir nuestro destino aquí y ahora. Y, si para lograr que este objetivo sea una realidad se necesita reformar la Constitución, habrá que reivindicarla.

Hoy sabemos, por los últimos y expeditos arreglos del PSOE y PP en la reforma sobre el déficit fiscal, que no es tan problemático, como nos lo habían vendido, modificar la Constitución española

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