Alvaro Baraibar

pintadas recientes en Elizondo

ETA, como ya se preveía, ha irrumpido en campaña y lo ha hecho con una entrevista en la que construye el relato de su historia. Tratan de explicar por qué han dado este paso en un contexto en que algunos quieren dejar claro que el motivo no es otro que su derrota militar, política y social.

ETA necesita escenificar el paso hacia el fin de la violencia explicando por qué lo hace, convenciendo de lo acertado de la decisión a quienes todavía no están del todo por la labor, tratando de demostrar que las condiciones del ahora existen gracias a lo que ellos han hecho y rentabilizando la paz para que la izquierda abertzale oficial continúe la labor.

Todos los grandes y ya viejos tópicos de ETA están presentes. El momento es histórico; ellos son la vanguardia de la lucha del pueblo vasco por su liberación nacional; la aniquilación del pueblo vasco buscada por los Estados opresores ha sido frustrada gracias a su empeño; sin ellos y sin la IA la construcción nacional sería imposible; ellos son la única voz legítima para defender los intereses del pueblo vasco. ETA, esencia del pueblo, cree tener una varita mágica que otorga realidad a las cosas. Nada existe si ella no lo reconoce. Hasta casi podemos ver una tentación de cambio en el calendario cuando habla del 52º año de apuesta política. Ni siquiera Franco llegó a esa cifra cuando cada primero de abril inauguraba un nuevo Año de la Victoria.

Porque eso es lo que es, el discurso de la victoria, de la legitimación de la violencia cuando se afirma que «en estos 50 años, la lucha armada ha hecho su aportación, una gran aportación, para llegar al momento en el que estamos y para generar las condiciones existentes». A partir de este momento, la lucha del pueblo vasco queda en manos de la IA, que «no ha variado sus objetivos políticos». ETA, desde el presente, busca dar coherencia al pasado y al futuro y al hacerlo deslegitima a la IA, que pasa a ser la encargada de recoger el testigo de todo ese hipotético legado de la violencia etarra. Ya sabemos cuál es su relato.

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