Alvaro Baraibar

Alvaro Baraibar

Y termino como comencé, hablando de momenticos. Y es que el fin de semana de las elecciones está plagado de ellos. El sábado tenemos la jornada de reflexión y el domingo, ¡ay!, el domingo es todo él un momentazo. El día comienza con la constitución de las mesas electorales y una rica y variada casuística en lo que a excusas se refiere. Después viene el voto, público y secreto al mismo tiempo, de los candidatos; y todo concluye con la noche electoral, en la que todos habrán ganado y estarán satisfechos con los resultados. Muchas anécdotas adornarán un día largo y siempre diferente.

La jornada de reflexión es el momento previo a decidir cuál será el sentido de nuestro voto, sin las llamadas de atención de los partidos políticos. Es ese día que, para que fuera tal, los y las votantes tendríamos que encerrarnos en casa de modo que la publicidad que inunda las calles no afectara a nuestra decisión, sin encender la TV y, lo que es más difícil, sin acceder a Internet. Es ese día en que si no nos quedara más remedio y nos viéramos obligados a salir a la calle, tendríamos que caminar ensimismados, pensativos, evitando a los amigos y conocidos ante el temor de que un comentario inocente derivara en un prohibido o al menos indebido debate electoral. Nuestro deber cívico debería llevarnos a dedicar ese día a repasar toda la información recibida a lo largo de las quince jornadas de campaña, a comparar los programas, a hacer memoria de las propuestas de unos y otros y a sopesar cuál es el que mejor se ajusta a nuestra forma de pensar.

Pero suele ocurrir que las cosas nacen con un sentido y la vida les da otro. Siempre ha habido una gran diferencia entre el ser y el deber ser. La jornada de reflexión es para el político algo así como la semana blanca para el docente. Un día de fiesta y descanso que se institucionaliza pensando en el votante o en el alumnado, necesitado de un paréntesis para retomar sus deberes con renovadas energías, pero al que le sacan chispas todos los que ese día no tienen que trabajar. La suerte está echada, mañana el desenlace.

Leer en Diario de Noticias de Navarra.

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