[box type=»tick» size=»large» style=»rounded»]El pasado 20 de Mayo el Foro Social de Lokarri organizaba una jornada en Iruña en torno a la Participación Social como parámetro fundamental en lo que algunos denominan como «proceso de paz». Participaban en la Mesa de Debate el Defensor del Pueblo Javier Enériz, la periodista Mirentxu Purroy, el político y escritor Floren Aoiz y el abogado Mikel Armendáriz miembro de Zabaltzen y del herrigune de Paz, Normalización y Tolerancia de Geroa Bai. Reproducimos aquí la intervención de Mikel[/box]

Mikel Armendariz de ZABALTZEN, Asociación integrada en GEROA BAI

Mikel-Armendariz
Mikel-Armendariz

Como inicio a la exposición se podría decir que el pasado nos duele, el presente nos inquieta y el futuro nos une. Esta frase contenida dentro de la motivación de una moción presentada por Geroa Bai en el Parlamento de Navarra, con el objetivo de poner en evidencia el nulo interés del Gobierno de Navarra en tratar este tema, resume, a mi modo de ver, la situación actual en la que nos encontramos como sociedad ante el reto de la construcción de un fututo en convivencia.

Un pasado que nos duele porque han sido muchos los años de violencia y muchos los puntos oscuros que deben aclararse y muchas las heridas que deben cerrarse. Un pasado con particularidades que se arrastran hasta el presente y que hacen que la realidad en Navarra sea diferente y peculiar.

Un presente que nos inquieta porque los actuales dirigentes del Gobierno de Navarra se han puesto una venda en los ojos y han decidido que aquí no se va a hacer nada. La violencia de origen político que ha agitado Navarra y que todavía está presente en muchos ámbitos no nos es ajena y desgraciadamente forma parte de nuestra historia y de la forma que tenemos de entender la política.

Un futuro que nos une porque afortunadamente a pesar del inmovilismo gubernamental la sociedad sí se ha manifestado y se manifiesta continuamente no dejando que un asunto en el que Navarra debe ser actor principal caiga en el olvido. La sociedad Navarra quiere el cambio, quiere el cambio de rumbo entre otras cosas en el asunto de la gestión de la memoria de la violencia política, lo está demostrando y serán los políticos los que tendrán el compromiso de recoger ese sentimiento y canalizarlo, algo que no están haciendo en el momento actual.

Este futuro también está íntimamente ligado a que nosotros como personas individuales en primer lugar y como sociedad posteriormente seamos capaces de superar ese mal endémico que tenemos de acordarnos de las violencias del contrario y no de la propia.

ARCO TEMPORAL; GESTION DE LA MEMORIA DE LA VIOLENCIA POLITICA.

Es evidente que nuestra Navarra ha estado inmersa en constantes conflictos de carácter violento y de motivación política y que ha generado una forma de entender la resolución de los conflictos de carácter político ligada a la utilización de la violencia. Por ello en el actual arco temporal lo que podíamos llamar «el arco de la memoria» debe abarcar no sólo la violencia ejercida por ETA en los últimos años sino extenderse a la que se inició con la guerra civil del 36 y ello porque la intolerancia está anclada en nuestra tierra desde el siglo XIX, y sólo si entendemos el origen de esa intolerancia y sus sucesivas apariciones podemos afrontar una solución a las mismas.

Este arco temporal que abarca desde 1936 hasta 2011 es explicable puesto que:

  • Es el que comprende a generaciones todavía vivas.
  • Es el periodo en el que los efectos políticos de la violencia política todavía perduran.
  • Se encuentran unos patrones de actuación en el que se parte de un convencimiento de que se pueden obtener fines políticos mediante el empleo de la violencia contando para ello con un número amplio de seguidores convencidos y comprometidos con el ejercicio de la violencia logrando además cierta respetabilidad y legitimidad social.
  • Esta violencia ha dividido la sociedad Navarra en cada momento histórico y ha marcado a posteriores generaciones.

Esto que a nosotros nos suena familiar, este apoyo social a la violencia que, por fortuna, se ha disipado en nuestra sociedad, también les suena familiar a aquellos que fueron víctimas de una violencia injusta en el año 36 que todavía tiene secuelas en nuestra sociedad.

Pero es que también la violencia en Navarra ha tenido una serie de particularidades que hace necesaria una gestión propia de la violencia política, diferenciándola del camino que ya ha iniciado la CAV y que aunque pueda coincidir en algunos aspectos y complementarse tiene elementos diferenciadores claros y esto es porque:

  • En la CAV la violencia fue dual en el 36, según dominara un bando u otro y hubo un frente de guerra. En Navarra no fue dual; sólo hubo crímenes por un lado y no hubo frente de guerra.
  • En la CAV las instituciones y la sociedad no pusieron trabas a la hora de superar y condenar el franquismo. En Navarra eso no ha sido así.
  • En la CAV hay una comisión impulsada por el propio Gobierno Vasco y en Navarra el Gobierno actual da la espalda como si el asunto no fuera con ellos.
  • Esta comisión parece que quiere obviar el periodo anterior a 1975 algo que en Navarra no es admisible debido a la extraordinaria intensidad de la limpieza política registrada aquí en Navarra y lo que ello influyó en el ámbito de la política.
  • Gracias sobre todo a las iniciativas populares y dentro del ámbito municipal en Navarra se está empezando a trabajar con victimas y victimarios, mientras que en la CAV esto todavía no se ve posible.

En definitiva, Navarra necesita una vía propia para la gestión de la memoria de la violencia política en la que, como acertadamente recogía Fernando Mikelarena, tenemos que superar un triple reduccionismo que se suele hacer del tema:

  • En primer lugar el reduccionismo de quienes quieren circunscribir la cuestión de la gestión de la memoria de la violencia política a determinados arcos temporales, bien al de la guerra civil y el franquismo, bien al posterior a 1975. Debe enfocarse todo el periodo posterior a 1936 en cuanto que constituye el marco vital y experiencial de cohortes generacionales todavía vivas y en cuanto a que el recuerdo/olvido de la violencia de la guerra civil y dictadura sigue siendo una asignatura socialmente pendiente.
  • En segundo lugar el reduccionismo de quienes limitan la gestión de la memoria de la violencia política a las víctimas directas. Es verdad que las víctimas directas y sus familiares deben constituir el núcleo central de atención en las labores de reconocimiento y reparación de su sufrimiento en todos los planos,
    Fernando Mikelarena
    Fernando Mikelarena

    desde el historiográfico y mediático hasta el moral y político. Ahora bien, convendrá así mismo recordar a quienes, sin haber perdido la vida, tuvieron o han tenido que actuar de un modo no voluntario a causa de las amenazas y sufrieron o han sufrido ultrajes y perjuicios así como conculcaciones de sus derechos.

  • En tercer lugar el reduccionismo de quienes olvidan en la gestión de la memoria de la violencia política a los verdugos. Aunque existe un porcentaje de asesinados en los que la responsabilidad no está aclarada y la acción de la justicia no ha sido igual de contundente y de severa en las conculcaciones de derechos producidas por agentes del Estado o por mercenarios del mismo, la mayoría de los asesinados por motivaciones políticas de las últimas décadas han sido objeto de resarcimiento a través de procedimientos penales que han implicado castigos a los culpables.

Esto se contrapone con la impunidad jurídica que supuso la ley de amnistía a los responsables de los años de la dictadura que se manifestó no solo en la amnistía en sí sino en la destrucción de la documentación, lo que obliga a un esfuerzo restaurativo en el que se busque la verdad.

Por todo lo expuesto anteriormente podemos decir que sólo una consideración integral de la violencia política es la verdadera garantía de una solución real y duradera.

Pero todo ello no sólo puede ser responsabilidad de las instituciones; la sociedad civil y las personas deben ser actores principales y protagonistas de este proceso. Un proceso, que principalmente en Navarra y debido al desinterés de su Gobierno, has sido mantenido por esa sociedad civil inquieta, adelantada y sobre todo con ganas de vivir en paz, porque nos lo merecemos.

Esta sociedad civil ha sido la que ha mantenido una de las partes aquí tratadas que es la memoria histórica y esa sociedad civil es la que tiene que decir a los partidos políticos e instituciones que no pueden dar la espalda a ser partícipes activos en el final de la violencia que nos ha azotado en los últimos años y que es principalmente la del terrorismo de ETA.

CONCLUSIONES.

  • Navarra no puede seguir dando la espalda institucionalmente hablando a gestionar la memoria de la violencia política.
  • Navarra debe emprender una vía propia que contemple una gestión integral de esa violencia política en el arco temporal 1936-2013.
  • Esa gestión debe ser impulsada por las instituciones y no debe producirse exclusión alguna.
  • La sociedad debe participar activamente en esa gestión de la memoria de la violencia política

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