Por Fernando Mikelarena, miembro de Zabaltzen (Asociación integrada en Geroa Bai)

A esta zanja en el paraje riojano conocido como La Barranca fueron arrojados los cuerpos de más de 400 fusilados. Eran tantos, que se decidió no exhumarlos, pero preservar y dignificar la fosa, donde cada año viudas y familiares les rendían un homenaje como éste

El pasado domingo día 25 el diario El País publicó un reportaje  sobre las exhumaciones de fosas comunes de republicanos fusilados en la guerra civil llevadas a cabo a finales de los años setenta en la Rioja y en Navarra, subrayándose la activa labor de apoyo a las comisiones de familiares de aquéllos desarrollada por una serie de curas navarros, entre ellos, Victorino Aranguren, Eloy Fernández, Dionisio Lesaca, Vicente Ilzarbe, Juan Cruz Elorz,…. Según se recuerda, hasta 1981, estas comisiones de sacerdotes y familiares recuperaron a 3.501 fusilados en 56 pueblos de Navarra y 10 de La Rioja, elevándose panteones y monumentos de conmemoración y recuerdo tras la posterior inhumación en el cementerio local. 

Un artículo de Roldán Jimeno (“Memoria historikoaren berreskurapenaren hastapenak Nafarroan (1974-1980)”, Mikel Errazkin Agirrezabala y Juantxo Agirre-Mauleón (argk.), 1936ko gerra Euskal Herrian: Historia eta memoria, Bilbo, Udako Euskal Unibertsitatea, 2009, pp. 155-163) sirve para complementar respecto de Navarra las informaciones proporcionadas en el reportaje antes mencionado dado que el mismo está, sobre todo, focalizado en la Rioja, seguramente por la mayor proyección hacia el presente que tienen en nuestra tierra las políticas de gestión de la memoria y de reconocimiento de las víctimas.

 La génesis del asunto surgió en una reunión asamblearia de obispos y sacerdotes celebrada en Madrid en 1971 en la que se propuso pedir perdón  por parte de la Iglesia por no haber sabido “ser, a su debido tiempo, verdaderos ministros de reconciliación en el seno de nuestro pueblo dividido por una guerra entre hermanos”. Ese texto, redactado por Aranguren y que no obtuvo los votos suficientes para salir adelante, se insertaría en la homilía del funeral por los fusilados de Falces.

Posteriormente, en un cursillo de Teología celebrado en octubre de 1974 en Pamplona y dirigido a sacerdotes se acordaría, tras considerarse la necesidad de confección de una lista de los fusilados de Navarra, encargar dicha tarea a Víctor Manuel Arbeloa y a José María Jimeno Jurío. Aunque la iniciativa no prosperó por las diferentes trabas que surgieron, entre otras, el rechazo del Presbiterio Diocesano de 24 de febrero de 1975, Jimeno Jurío prosiguió por su cuenta con el trabajo y comenzó a publicar los resultados de sus investigaciones en 1977 en Punto y Hora de Euskal Herria, lo que le valió las amenazas de la ultraderecha, por lo que interrumpió sus trabajos. Ya anteriormente, el 26 de agosto de 1975 un cura navarro de la Ribera del Ebro publicó una carta en el Diario de Navarra  en la que se mencionaba que “hay que reconocer los hechos (…), hay que dignificar a los fusilados y a todos los humillados durante la guerra, hay que pedir perdón a los ofendidos y proclamar la reconciliación”.

Maravillas, florecica de Larraga

El primer pueblo navarro en que se homenajeó a los fusilados fue Marcilla, con una misa celebrada el 5 de marzo de 1978. Antes, se habían recuperado los restos de los asesinados en Cervera del Rio Alhama, localidad mencionada en el reportaje arriba citado, el 2 de septiembre de 1977.

 A partir de febrero de 1978 dio comienzo, tras una serie de reuniones en Peralta, la denominada Operación Retorno que serviría para la recuperación de restos de asesinados de varios pueblos. La iniciativa, de la que disponemos de una magnífica monografía obra de su principal impulsora, Josefina Campos Orduña (Los fusilados de Peralta, la vuelta a casa (1936-1978). Operación Retorno, Pamplona, Pamiela, 2008) irradió a muchos otros lugares y a pensar de contar con el apoyo del obispo de Pamplona y Tudela José María Cirarda, no fueron pocos los sinsabores y dificultades que tuvo que afrontar.

El homenaje peraltés se concretó el 8 de octubre de 1978. Después, vinieron los de Falces (18 de enero de 1979), Andosilla (18 de febrero de 1979), Cárcar (25 de febrero de 1979) y Caparroso (25 de mayo de 1979). En 1979 se hicieron homenajes en Funes, Santacara, Larraga, Villafranca, Sesma, Mélida, Valtierra, Sartaguda, Mendavia, Arguedas, Milagro, Fustiñana, Lakuntza, Lodosa, Lerín, Arbizu, Cadreita, Olite, Carcastillo, Cáseda, Monteagudo, Aibar, Murillo el Fruto, Fitero, Ribaforada, Gallipienzo, Cortes y Buñuel.  Del año 1980 datan los homenajes de San Adrián, Allo, Corella, Murillo el Cuende, Beire e Ituren y de 1981 los Lumbier, Los Arcos, Cascante y Puentelarreina. Por lo que respecta a la Rioja en 1979 se realizaron actos de homenaje y entierro en Alcanadre, El Villar de Arnedo, Pradejón, Aldea Nueva de Ebro, Ausejo y Rincón de Soto y en 1980 en Alfaro y Arnedo.

A pesar de la importancia de la colaboración de muchísimas personas anónimas, destacó la labor de Josefina Campos de Peralta, Terencio Ruiz de Cárcar, Vicente Ilzarbe de Andosilla, Javier Vesperinas de Marcilla y Salvador de Miguel de Sartaguda. A ellos, desde un presente en el que se estima que un millar de asesinados navarros continúa todavía sin ser recuperado, nuestro reconocimiento por su lección de entrega y de civismo.

 

Fernando Mikelarena (Prof. Tit. Universidad de Zaragoza)

https://elblogdeFernandoMikelarena.blogspot.com.

 

 

 

Un comentario en «Exhumación y reconocimiento de asesinados en la transición.»

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