Alvaro Baraibar

silencios cómplices

LA política se asocia siempre a la palabra, al debate, cuando es positiva y enriquecedora, o al ruido, cuando lo que predomina es la bronca y la descalificación. El silencio, a priori, parece algo ajeno a lo político. Tal vez por ello el silencio en política es tan interesante. Si dejamos de oír y nos ponemos a escuchar, los silencios nos cuentan esas cosas que no se dicen y nos susurran los nombres de aquellos que no hablan.

Si quisiéramos clasificar los silencios, tendríamos que empezar por las cosas que no se dicen. A estos los podríamos llamar silencios cómplices y, entre ellos, destaca como un anuncio de neón, como un SMS en mayúsculas, el silencio de UPN-PP y PSN ante los recortes y recortazos, en un juego a dos o tres bandas, según toque, en el que lo importante es no hacerse daño.

En ocasiones, el silencio no está en el qué, sino en el quién. Aquí habría que distinguir entre silencios activos y hasta proactivos, como el de don Miguel (y otras primeras espadas en el caso del PSOE, por ejemplo), y silenciados, como aquellos candidatos que tienen que recurrir a Twitter para dejarse oír mientras compañeros de coalición que van en puestos menos relevantes intervienen cada vez que hay ocasión. Dentro de los silenciados hay también una subcategoría: los silencios temerosos (o temerarios, depende de cómo se mire), que son los que se consiguen en quienes se teme lo que puedan decir.

Pero hay un silencio de órdago a la grande, un silencio que resulta clamoroso, una superestructura -en todos sus sentidos- del silencio, un agujero negro que ha conseguido acallar dos proyectos que hasta hace poco tenían voz y cultura política propias, pero que ahora actúan como anfitriones controlados por los Goa’uld, por los Señores del Sistema (en terminología Stargate).

Hay también silencios deseados que no llegan, pues campaña tras campaña hay quien es desempolvado y ya casi hasta desmomificado para invocar aquel «Habla pueblo, habla». El pueblo hablará el 20-N porque el silencio habla, incluso grita, pero no construye.

[por Álvaro Baraibar en Diario de Noticias de Navarra, 6 de noviembre de 2011]

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